La falta de componentes a causa de la escasez de materiales es un hecho que ya nos está empezando a afectar en el día a día. Al principio, con la pandemia, el aislamiento de China y el parón productivo de las industrias de los mercados en desarrollo, ya vimos como algunos productos empezaban a dar señales de riesgo de rotura de stock. Los precios no se vieron tan afectados como ahora, porque la demanda no estaba normalizada y sobre todo, porque todavía teníamos disponibilidad en el almacén.
Con el tiempo y la recuperación paulatina de la normalidad, el sector productivo ha ido aumentando su ritmo productivo, sin alcanzar aún los niveles anteriores a la pandemia. Algo lógico si tenemos en cuenta que todo se paró de golpe, y ahora, para reiniciar el proceso, no es tan sencillo como apretar el botón de «reset”.
